Valores y Orientación Vocacional, Capítulo 3: Valores
Cap. 3 Valores
3.1. Definición conceptual
Es en la década del 50’ , con Maslow (1954) que
podemos situar el comienzo formal del estudio científico de los valores. Maslow
(1954) utilizó la imagen de una estructura piramidal para describir las
jerarquías de las necesidades de los seres humanos. La base, conformada por las
necesidades fisiológicas básicas, seguidas por las de seguridad y protección,
encima de ellas las de estima, amor y pertenencia. Sobre ellas, las
cognoscitivas, luego las estéticas y, por último las de autorrealización.
Debemos tener presente que únicamente quienes han transcurrido su
socialización en contextos que proveen cierto nivel de mínimo bienestar a sus
habitantes están habilitados para experimentar las necesidades valorativas de
orden superior (Inglehart, 1977).
Las investigaciones
sobre valores humanos tienen su antecedente en las de Milton Rokeach quien ha
intentado esclarecer la estructura de los sistemas de valores. De manera que
los valores no existen de manera aislada sino que funcionan como parte de una
estructura. Su objetivo era identificar todos los valores que existen a lo
largo de las culturas. Aseguraba que los valores estaban relacionados a
necesidades biológicas y sociales y demostró la importancia de relacionar los
efectos de los sistemas de valores en las actitudes y comportamientos.
Los valores pueden definirse como creencias transituacionales que
implican la prescripción y guía para determinados comportamientos, poseen un
ordenamiento jerárquico y son el producto de
demandas sociales y necesidades psicológicas concretas (Ross, 2001).
Así, funcionan como una orientación para los juicios, las acciones, las
atribuciones, y surgen como resultante de aprendizajes culturales.
Su adquisición se produce, a través de
los procesos de socialización primaria y secundaria -, a la vez que al
poseer una cierta estabilidad, forman parte del basamento del autoconcepto
personal (Rokeach, 1973).
Son guías motivacionales ubicadas al tope del
sistema de la personalidad, que explicarían la totalidad de las acciones y
comportamientos de menor nivel. El análisis de manifestaciones culturales tales
como el arte, los sistemas educativo y económico, las instituciones familiares,
religiosas, políticas y científicas permite estudiar los valores predominantes
en una sociedad (Royce y Powell, 1983). Hofstede (1980, 2001) ha aportado los
conceptos de independencia e interdependencia, dos dimensiones inseparables que
poseen capacidad explicativa respecto del desarrollo del self ( sí mismo) en
todas las culturas; ellas dan lugar a determinadas interacciones sociales,
modeladas por las valoraciones culturales sobre la naturaleza de la existencia
humana y posibilitan características distintivas como son el individualismo y
el colectivismo; estos atributos permiten elaborar una categorización de los
sistemas valorativos culturales multidimensionales que producen el modelado de
distintas vías y objetivos de autodesarrollo mediante la ejecución de
diferentes modos de independencia e interdependencia.
Schwartz, (1994, 2001), ha
formulado una teoría universal acerca del contenido y significado de los
valores humanos. Ellos se caracterizan por su identificación con metas
transituacionales, de importancia variable, que funcionan como orientadores del
comportamiento de los individuos y las organizaciones sociales. Dan lugar a conductas concretas y sirven como
criterios para emitir juicios acerca de acciones específicas. Se adquieren
durante la socialización en los valores del
grupo hegemónico y representan las respuestas que individuos y grupos
deberían emitir, bajo el aspecto de metas conscientes. Según este proceso,
sujetos y grupos sociales transforman sus necesidades, expresándolas en
términos de valores específicos con el fin de adaptarse a una realidad social y
culturalmente determinada. Se aprecia, entonces, que el constructo valor
implica tres requisitos necesarios y universales: la existencia de necesidades biológicas individuales, la
coordinación de acciones sociales y el correcto funcionamiento y supervivencia
de los grupos humanos como fin último (Schwartz y Bardi, 2001; Schwartz y
Melech, 1999; Schwartz, Melech, Lehman, Burgess, Harris y Owens, 2001; Schwartz
y Sagie, 2000).
Schwartz (1992) verificó la
posibilidad de explicar los valores manifiestos en 44 naciones mediante un
modelo de estructura valorativa formado por diez dimensiones o tipos
motivacionales valorativos, que asume una disposición circular, organizándose
según un continuo de motivaciones relacionadas, agrupadas en dos dimensiones
bipolares: apertura al cambio vs. conservación y autotrascendencia vs.
autopromoción.
3.2.
Tipología de los valores
Se han identificado diez tipos valorativos son:
poder, logro, hedonismo, estimulación, autodirección, universalismo,
benevolencia, tradición, conformismo y seguridad.
El Poder involucra la inclinación a ejercer
influencia social, poseer riquezas o esgrimir posiciones de autoridad. El valor
Logro se vincula con el éxito personal, por medio de la puesta en acto de
competencias socialmente aceptables. El tipo motivacional Hedonismo destaca la
gratificación personal y el placer. La dimensión de Estimulación involucra la
búsqueda de situaciones novedosas que impliquen desafíos. El valor
Autodirección se relaciona con el acento puesto en la autonomía de pensamiento,
la independencia en el comportamiento y la creatividad. La dimensión
Universalismo incluye características vinculadas con la tolerancia, la
solidaridad, la justicia social y la preservación ambiental. La Benevolencia
implica la búsqueda del bienestar de los demás, la honestidad, la inexistencia de rencor, la misericordia y
la capacidad de perdón. Las metas valorativas de Tradición destacan el
conservadurismo referido a las costumbres, la religiosidad y los contenidos
culturales tradicionales. El Conformismo implica el interés por las normativas
sociales y las costumbres establecidas. Por último, la dimensión Seguridad se
vincula con cuestiones tales como la estabilidad social y personal, la armonía
en la convivencia y la seguridad.
De
acuerdo con esta perspectiva, pueden trazarse perfiles valorativos personales,
que resultan útiles para explicar y predecir comportamientos, actitudes e
intereses en las diversas áreas en las que se desarrolla la vida de las
personas. (Rockeach, 1973;
Las contribuciones de Rokeach(1973) son tomadas por el
Prof Shalom Schwartz (2001), quien en su
teoría general de los valores humanos los define como metas deseables y
transituacionales, que varían en importancia, que sirven como principios en la
vida de una persona o de otra entidad social.
Los valores, entonces,
1- sirven a los intereses de alguna entidad social;
2- pueden motivar a la acción –dándole dirección e
intensidad emocional;
3- funcionan como criterios para juzgar y justificar la
acción y,
4- se adquieren tanto a través de la socialización en
los valores del grupo dominante como a través de la experiencia personal de
aprendizaje.
Lo que los
diferencia es el tipo de meta motivacional que expresan. Los valores
representan en forma de metas concientes las respuestas que todo individuo y
toda sociedad deben dar a tres requisitos universales:
-
las
necesidades de los individuos en tanto organismos biológicos,
-
los
requisitos de la interacción social coordinada, y
-
los
requisitos para el correcto funcionamiento y supervivencia de los grupos
Hay
un dinamismo entre los tipos motivacionales de valores que surge del supuesto
subyacente de que las acciones emprendidas para realizar cada tipo de valor
tiene consecuencias psicológicas, prácticas y sociales que pueden entrar en
conflicto o ser compatibles con la realización de otro tipo de valores. El
análisis de los conflictos y compatibilidades que pueden ocurrir cuando las
personas intentan realizar estos valores de forma simultánea, pueden ser la
base de formulación de hipótesis sobre las relaciones entre prioridades de valores
(Schwartz, 1992).
Desarrollar los valores de logro
puede entrar en conflicto con la persecución de los valores de benevolencia: la
búsqueda del éxito personal es posible que sea un obstáculo para aquellas
acciones orientadas a mejorar el bienestar de los demás que necesitan nuestra
ayuda. De la misma manera, el intentar mantener valores tradicionales puede
entrar en conflicto con la búsqueda de la estimulación: aceptar las costumbres
culturales y religiosas y las ideas transmitidas del pasado puede inhibir la
novedad, el desafío y el entusiasmo. Por otro lado, sostener valores de
benevolencia y conformidad resulta compatible pues ambos tipos de valores
implican un comportamiento que cuenta con la aprobación de nuestro grupo íntimo
(Schwartz, 2001).
Schwartz asegura que estos valores en
competición, se organizan en dos dimensiones bipolares: Apertura al Cambio, valores que
enfatizan la independencia de juicio y la acción y favorecen el cambio
(autodirección y estimulación). vs. Conservación, valores que ponen el énfasis en la auto-represión
sumisa, la preservación de prácticas tradicionales, y la protección de la estabilidad(seguridad,
conformidad y tradición)
y, Autopromoción vs. Autotrascendencia.
3.3. Estructura de valores
La estructura
de estos diez valores individuales básicos y las relaciones dinámicas que entre
ellos se dan pueden ser representadas en un círculo donde los tipos antagónicos
de valores se hallan en las direcciones opuestas del centro del círculo y los
complementarios están cerca uno del otro. La estructura circular corresponde a
la asunción teórica de que los valores forman un continuo motivacional. Por
ello, el significado de cada valor puede ser inferido de su proximidad o una
asociación negativa con otros. Como puede verse en la Figura 1, los valores de
Logro son opuestos gráficamente a los valores de Universalismo y de
Benevolencia y cercanos a los de Poder. De allí podemos esperar que aquellos
individuos que priorizan sobre todo el éxito personal, enfaticen también el
estatus social y el control sobre los demás y muestren poco interés por la
igualdad de oportunidades y justicia social o por el bienestar de otras
personas (Zlobina, 2003).
Individualmente,
se evaluó si la estructura de los valores personales y sus significados eran
semejantes de una cultura a otra, si el significado que se le daba era igual o
no.
En el nivel cultural se buscó confirmar si se
podían describir los valores compartidos en cada sociedad en términos de una
estructura generalizable. Cuando las unidades de análisis son las culturas y no
los individuos, la descripción obtenida indica las estrategias diferenciales
que las sociedades utilizan para regular la actividad humana. Mientras que los
valores individuales deben entenderse como la síntesis tanto del contexto
cultural de pertenencia como de la experiencia personal particular, los valores
culturales describen aquél contexto cultural en tanto el promedio de
propiedades valorativas de una sociedad. En este sentido, las puntuaciones
medias de cada nación en los valores trabajados por la teoría describen la
esencia de socialización de sus miembros dejando de lado las diferencias
individuales particulares (Schwartz, 1992; Smith y Schwartz, 1997).
Los valores individuales y
culturales están conceptualmente relacionados. Como indica Zlobina (2003), los
valores culturales expresan ideas abstractas, socialmente compartidas de lo que
es deseable y correcto para una determinada sociedad o grupo; las
instituciones, a través de sus objetivos y prácticas expresan aquella prioridad
de valores.
Encontramos entonces que allí donde
se valora y se refuerza la ambición y el éxito personal, los sistemas económico
y legal tienden a ser competitivos –p.e: el sistema capitalista de mercado y el
sistema jurídico adversario-, mientras que cuando es más deseable y se refuerza
el bienestar general éste se refleja en un sistema más cooperativo, p.e: el
Estado de bienestar y la mediación (Smith y Schwartz; 1997).
Hay valores prioritarios en toda
sociedad y, a partir de ellos los individuos se socializan , desempeñan roles en las instituciones y justifican
elecciones.
Así, una sociedad que refuerce la jerarquía
funcionará mejor si sus integrantes aceptan como legítima y deseable la
asimetría en las relaciones, mostrándose sus miembros más humildes y sumisos
frente a aquellos que detentan mayor poder.
Según Ros y Schwartz (1995), a nivel
cultural, las dimensiones de valores corresponden a tres cuestiones básicas que
surgen del plano societal:
1- Las relaciones entre el individuo y
el grupo: el grado de autonomía versus la dependencia del grupo.
2- La conducta social responsable: las
formas de cómo motivar a las personas a respetar el bienestar de los demás y a
coordinarse con ellos.
3- El papel de la humanidad en el mundo
social y la naturaleza: someterse, ajustarse o explotar.
A nivel colectivo, hay tres dimensiones
bipolares integradas por conjuntos de valores interrelacionados. Se nombró a
estas dimensiones de forma diferente de aquellas encontradas a nivel individual
para no oscurecer la diferencia conceptual que los niveles de medición suponen.
Las dimensiones son:
a) Conservadurismo versus Autonomía:
Cercanas al extremo de Conservadurismo encontramos a las culturas que enfatizan
la dependencia de la colectividad, el mantenimiento del statu-quo, la
convivencia y la restricción de las acciones que puedan amenazar la solidaridad
grupal o el orden establecido. En el extremo Autonomía se ubican las culturas
en las que el individuo es visualizado como “único”, enfatizando la expresión
de sus atributos internos como sus preferencias, motivos y sentimientos. La
autonomía puede ser: afectiva, orientada a conseguir experiencias
afectivas individuales positivas como el placer y la vida variada, y/o intelectual,
enfatizando las ideas independientes y los derechos del individuo con
valoración de la curiosidad, la creatividad, etc.
b) Jerarquía versus Igualitarismo:
esta dimensión responde de cómo se distribuyen en una sociedad o grupo, los
recursos, el poder y las oportunidades. Allí donde se da prioridad al
igualitarismo los individuos se conciben como semejantes, se los socializa en
la valoración de la cooperación voluntaria y en la preocupación y respeto por
los demás. Por el contrario, en sociedades jerárquicas, la conducta socialmente
responsable se rige por el desempeño de roles adscriptos. Se enfatiza el
cumplimiento de roles y obligaciones y se aplica sanción cuando aquellos no se
cumplen.
c) Dominio versus Armonía:
aquí se da cuenta de la actitud hacia el mundo en general. Los grupos que
valoran el dominio estimularán a sus miembros en la búsqueda de dominio y
cambio del mundo social y natural. Se valora el control y la explotación de
éste para satisfacer las necesidades personales y / o grupales. Es deseable
socialmente conseguir los objetivos perseguidos a través de la asertividad,
reflejada en la ambición, la valoración del éxito, la audacia y la competencia. Las
culturas que hacen mayor énfasis en la armonía, aceptan el mundo como tal
intentando más preservar que cambiar o explotar. Subyace a esta subdimensión,
la idea de adaptación armoniosa al entorno (de unidad con la naturaleza, un
mundo en paz y bello). Este tipo de actitud hacia el mundo, más cercano a la
sumisión, no es característico de la mayoría de las culturas contemporáneas. Los estudios sobre el desarrollo de los valores en
la adolescencia no han arribado aún a conclusiones definitivas, ya que el
momento de cristalización de la estructura valorativa en la personalidad de los
individuos permanece aún en discusión, ubicándose en algún punto dado entre la
adolescencia temprana y la adultez incipiente, aunque parece experimentar
algunas modificaciones a lo largo de la vida adulta (Schwartz y Melech, 1999).
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